¡Construyendo soberanía alimentaria!

 

La Via Campesina lanzó durante la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 un concepto que no solo supuso un desafío al modelo de producción globalizada de alimentos, dominado por las compañías y dirigido por el mercado, sino que también ofreció un nuevo paradigma de lucha contra el hambre y la pobreza a través del desarrollo y el fortalecimiento de las economías locales. Desde entonces, la soberanía alimentaria ha cautivado a gentes de todo el mundo, incluso a muchos gobiernos e instituciones multilaterales, y se ha convertido en la bandera que ha unido a todos los que se comprometen con la justicia social, medioambiental, económica y política en el mundo.

La soberanía alimentaria y la seguridad alimentaria difieren en su enfoque y su política. La seguridad alimentaria no distingue de dónde proceden los alimentos, o las condiciones en las que se producen y distribuyen. A menudo, los objetivos nacionales en materia de seguridad alimentaria se logran con alimentos producidos bajo condiciones destructivas para el medio ambiente, explotadoras, y con la ayuda de subsidios y políticas que destruyen la producción local de alimentos, pero benefician a las grandes compañías de la industria del agronegocio. La soberanía alimentaria pone el énfasis en la producción, distribución y consumo adecuados desde el punto de vista ecológico, en la justicia social y económica, y en los sistemas locales de alimentos como vías para luchar contra el hambre y la pobreza y garantizar la seguridad alimentaria sostenible para todos los pueblos. Defiende un comercio e inversión que trabajan en favor de las aspiraciones sociales colectivas de la sociedad. Promueve el control comunitario de los recursos productivos; la reforma agraria y la seguridad en la tenencia de la tierra para los pequeños productores; la agroecología; la biodiversidad; el conocimiento local; los derechos de los campesinos y campesinas, las mujeres, los pueblos indígenas y los trabajadores; la protección social y la justicia climática.

En 2001, delegados de organizaciones campesinas, de pescadores artesanales, de la sociedad civil y del sector académico se reunieron en La Habana con motivo del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria para trabajar sobre los distintos elementos de la soberanía alimentaria. Desde el año 2000, los activistas contrarios al Acuerdo de la OMC sobre agricultura empezaron a reclamar el apoyo público para una producción de alimentos sostenible de base familiar, haciendo un llamamiento a que se diera prioridad a la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, y a que la OMC se mantuviera fuera de la agricultura y la alimentación.

El Foro Internacional sobre Soberanía Alimentaria celebrado en Mali en 2007 representó un hito crucial y reunió a más de 500 personas de 80 países con el fin de agrupar ideas, estrategias y acciones para fortalecer el movimiento global en favor de la soberanía alimentaria. La Declaración de Nyéléni sintetiza la visión de este movimiento y afirma:

La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaría supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.

La soberanía alimentaria tiene sentido para los habitantes de las zonas tanto rurales como urbanas, tanto para los países pobres como para los ricos. Representa no solo un espacio de resistencia frente al neoliberalismo, capitalismo de libre mercado, comercio e inversión destructivos, sino un espacio donde construir sistemas alimentarios y económicos democráticos y un futuro justo y sostenible. Su poder transformador ha sido reconocido por los Relatores Especiales para el Derecho a la alimentación, Jean Zeigler y Olivier de Schutter, y en documentos de política fundamentales, como el Informe IAASTD.

Más de mil millones de pequeños productores, muchos de ellos y ellas a su vez trágicamente hambrientos, producen la mayoría de los alimentos del mundo. Si no les damos más voz y más capacidad, no podrán encontrar soluciones duraderas frente al catastrófico cambio climático, la degradación del medio ambiente y las sacudidas de la economía. La historia de la soberanía alimentaria es una historia de lucha y esperanza. Esta edición del boletín Nyéléni está dedicada a las luchas que nos ayudan a tener esperanza en un mundo mejor. Ahora, más que nunca, ha llegado el momento de la soberanía alimentaria.