Informe del Foro internacional de Seguridad alimentaria y Agricultura sustentable

“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. Simon Bolivar.

El actual modelo de agricultura industrial basada en las nuevas biotecnologías se encuentra hoy en una encrucijada. Mientras su lógica tiende a concentrar el mercado económico, limitar el desarrollo de sectores productivos más pequeños, fomentar el acaparamiento de tierras y aumentar la deuda ambiental y climática, el mundo enfrenta simultáneamente una crisis de empleo, de productividad y precios de los alimentos, de nutrición, de distribución de los recursos y de transición hacia una agricultura sustentable. Como lo señalaba en 2013 el informe del relator de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación1: “paradojalmente, el actual modelo de modernización agroindustrial esta más del lado del pasado que del lado de los desafíos que enfrentan ahora las distintas sociedades (…) Existe un problema de percepción de lo que es la modernización de la agricultura. Cuando se habla con los dirigentes de los países emergentes, se constata que su visión consiste en efectuar en ellos la misma transformación que se operó en el Norte a lo largo del siglo XX hacia una agricultura industrializada”. Es un logro político y cultural que los gobiernos del G77 más China (en realidad un grupo constituido por 131 países en desarrollo) y varias redes de la sociedad civil hayan elevado la meta de “erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sustentable” en el segundo rango en el marco internacional de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible2. Además de las metas relacionadas con el fin de la malnutrición, este objetivo se propone duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los pequeños productores, asegurar la producción sustentable de alimentos, mantener la diversidad genética de las semillas, eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas de los países desarrollados y controlar la especulación en los mercados de alimentos.
En efecto, las biotecnologías y la producción transgénica no solo han modificado drásticamente el panorama global de la seguridad alimentaria desde hace tres décadas, sino que han impactado profundamente en el escenario de la geopolítica internacional y de las relaciones de poder. Luego de veinte años de despliegue en el Cono Sur de América Latina, esta nueva etapa de industrialización con biotecnologías aplicadas a los sistemas alimentarios, ha sido el vector de determinadas formas de organización del mercado y del trabajo, de control de las tecnologías, de regulaciones y normativas, de riesgos sanitarios y de uso de los recursos naturales. Su despliegue ha sido por un lado sobre-ejecutado por los grandes actores del sector corporativo y ciertos segmentos de los Estados industriales en búsqueda de nuevos horizontes de productividad, por otro lado subdesarrollado en el campo de las regulaciones internacionales y nacionales, de la democracia alimentaria y del protagonismo de sectores socio-productivos más tradicionales. La realidad agroalimentaria actual a nivel global se podría caracterizar por una agenda “esquizofrénica”, polarizada entre un sector privado que sigue definiendo el rumbo general de los sistemas agroalimentarios con el apoyo de las potencias del G83, y distintos gobiernos emergentes que tratan de acomodar la convivencia entre agroindustria y agricultura familiar o que quisieran inclusive ir hacia otro horizonte pero sin disponer de las relaciones de fuerza necesarias para el cambio.
China se encuentra hoy en día en una posición bisagra de esta nueva puja global de consumo y de producción agroindustrial, junto a India, Rusia, Estados Unidos, Brasil y Argentina. Se ha vuelto el primer importador mundial de soja transgénica y a su vez el primer productor global de herbicida basado en glifosato. Las agrobiotecnologías incorporan de forma creciente su producción interna. El peso demográfico del pueblo chino, sus culturas alimentarias y políticas, su geografía4, sus altos niveles de consumo de productos derivados, lo ubican en una posición determinante en el tablero de la seguridad alimentaria y de los riesgos sanitarios, junto a los principales países productores de insumos agroalimentarios. Últimamente, varios escándalos internos han llamado la atención de los medios y de la administración china en torno al uso fáctico de las biotecnologías5. Además, un nuevo protagonismo de los consumidores y de la sociedad civil china esta empujando una suerte de “diplomacia emergente” de los pueblos, marcado por la voluntad de asumir con más conciencia y responsabilidad las complejas interdependencias que los unen con otras regiones del mundo.
Es en este contexto que distintos actores sociales, académicos e institucionales de China han emprendido la organización del Foro internacional sobre Seguridad Alimentaria y Agricultura Sustentable a partir del año 2012, convocando a participantes provenientes de los cinco continentes y de una veintena de países. La Comisión de Seguridad y Soberanía alimentaria del Consejo Consultivo de la Sociedad civil en Argentina ha acompañado activamente la preparación del encuentro de julio 2014, junto a distintos actores civiles argentinos y latinoamericanos. La publicación de este presente informe para relatar las conclusiones del último encuentro nos pareció imperativa por tres motivos principales. Primero porque las biotecnologías y el seguimiento social de los sistemas agroalimentarios necesitan un esfuerzo a la vez más integrado, preventivo y abierto de producción de expertise y de divulgación, debido a su creciente riesgo y complejización. La opacidad y la falta de acceso a la investigación y a la validación científica a lo largo de toda la cadena productiva es justamente una punta del problema actual de la crisis de los sistemas agroindustriales y del desafío de avanzar en la construcción de una democracia alimentaria. En este sentido, el marco de dialogo en China propone una fuente de expertise científica inédita para entender los límites actuales de los análisis sanitarios, sociales y productivos, avanzar en el derecho a la información y ensemblar partes del conocimiento. En segundo lugar porque el contexto internacional del encuentro favoreció un análisis plural y comparativo, por sobre los estudios particulares, los dogmatismos y los intereses sectoriales. Los escenarios agroalimentarios vigentes en los países industriales y los países emergentes pueden ser muy distintos en cuanto a las relaciones entre sectores tecno-científicos y productivos, a la regulación de los mercados y al protagonismo de los consumidores. Sin embargo, este contexto de fuerte diversidad se revela muy fértil a la hora de generar una comprensión integradora de las problemáticas y evidenciar nuevos elementos estructurales de los sistemas de consumo y de producción. Y tercero finalmente, porque esta convocatoria en China toma su fuente en una ética de la dignidad y de la responsabilidad, expresada por actores preocupados ante todo por la construcción de sistemas alimentarios inclusivos, responsables y democráticos en un mundo en plena búsqueda de un nuevo orden político y social. Este encuentro concurre a la tarea histórica de construir lazos duraderos y fraternos entre los pueblos latinoamericanos y los del nuevo polo geopolítico que constituye Asia y China y más ampliamente los BRICS en el siglo actual. Que este relato, portador a la vez de un grito de alerta científica y de propuestas esperanzadoras para avanzar en el cambio de la matriz productiva, sea una huella en este camino.

Adriana Monzón y François Soulard,
Comisión de Seguridad y Soberanía alimentaria, Consejo Consultivo de la Sociedad Civil – Argentina

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